Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús se les apareció vivo nuevamente a sus seguidores. Al verlo, “estaban sorprendidos y aterrorizados”. Están aterrorizados porque quien ellos abandonaron, traicionaron y dieron por muerto, ahora ha regresado —¡sin duda alguna para vengarse!
El Jesús resucitado del Evangelio de Lucas hace dos cosas en presencia de sus sorprendidos seguidores. Lo primero es mostrarles las heridas. Esto es una reiteración del juicio de la cruz: no olviden, les dice, lo que el mundo hizo cuando apareció el Autor de la vida. Pero hace algo más; les dice: “Shalom” —“La paz sea contigo”—. Y con esto abre un nuevo mundo espiritual y se convierte en nuestro Salvador. Desde los antiguos mitos de la creación hasta las películas de Rambo y Dirty Harry, el principio es el mismo: el orden, destruido por la violencia, se restaura a través de un ejercicio justo de mayor violencia.
Pero luego aparece Jesús. El terrible desorden de la cruz (el Hijo de Dios asesinado) se aborda no a través de una explosión de venganza divina sino a través de la radiación de amor divino. Cuando Cristo confronta a quienes contribuyeron a Su muerte no pronuncia palabras de retribución sino de reconciliación y compasión.