Amigos, el relato central del Evangelio de hoy es Jesús sanando a una mujer con hemorragia. Tener flujo de sangre durante doce años significaba que cualquier persona con quien entrara en contacto sería considerada impura. No podía, en ningún sentido significativo, participar en la vida ordinaria de la sociedad.
La mujer toca a Jesús, una acción radical y peligrosa porque podría haberlo dejado impuro. Pero su fe es tan grande que, al tocarlo, ella queda limpia. Jesús la restaura de modo efectivo a la plena participación en su comunidad.
Pero lo que quizás sea más importante, es que Jesús implícitamente pone fin al código ritual del libro de Levítico. Lo que implica es que la identidad del nuevo Israel, la Iglesia, no será a través de comportamientos rituales sino imitando a Él. Notemos por favor cuán central es esto en el Nuevo Testamento. En otras partes de los Evangelios escuchamos que Jesús declaró limpios todos los alimentos, y en las cartas de San Pablo escuchamos una polémica constante contra la Ley. Todo esto está destinado a mostrar que Jesús es el centro de la nueva comunidad.