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Amigos, el Evangelio de hoy está enfocado en la prudencia. Lucas nos brinda la parábola del administrador deshonesto, que busca favor en los deudores de su señor reduciendo sus deudas. Y el Maestro incluso “elogió al mayordomo deshonesto por haber obrado con prudencia”.

En la Edad Media, la prudencia era llamada “reina de las virtudes” porque era la virtud que permitía hacer lo correcto en cada situación particular. La prudencia es el palpar una situación moral, algo así como la sensación que tiene un mariscal de campo sobre el juego, o un político sobre los votantes en su distrito.

El coraje, la justicia y la templanza son virtudes maravillosas, pero sin prudencia, carecen de visión y son finalmente inútiles. Porque una persona puede ser lo más valiente posible, pero si no sabe cuándo, dónde y cómo expresar su valor, esa virtud es inútil.