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Amigos, nuestro Evangelio de hoy celebra a las mujeres discípulas de Jesús. Uno de los principales signos en las enseñanzas de Jesús es el dar vuelta ciertas convenciones sociales. A los fines de servir lo que Él llama el Reino de Dios, la forma en que Dios ordena el mundo, Jesús dice y hace cosas escandalosas.

Una de las acciones más notables y sorprendentes es la inclusión radical de mujeres. Jesús permite que las mujeres entren en Su círculo íntimo (algo prácticamente insólito para un rabino). Él le habla públicamente a la mujer en el pozo. Entabla conversación con la mujer sirofenicia. Perdona a la mujer atrapada en adulterio. Y los primeros testigos de la Resurrección son mujeres.

Lucas, que es quien relata esta historia, fue compañero de Pablo, y su Evangelio refleja muchos de los temas de Pablo. Pablo nos dice: “Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús”. Esto era algo muy radical en aquellos tiempos, pues eran algunas de las divisiones sociales más básicas del mundo antiguo. Los hombres libres estaban mucho mejor que los esclavos, los judíos tenían grandes ventajas sobre los griegos, y los hombres eran vistos como superiores a las mujeres. Pero ya no más, no a la luz del Reino de Dios que Jesús anuncia.