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Amigos, nuestro Evangelio de hoy es sobre el hijo de la viuda Naím que Jesús levanta de la muerte. Este es un excelente ejemplo de una verdad clave en el Evangelio, y es que todo lo que Jesús dice y hace, de un modo u otro, es una anticipación de la Resurrección. El Dios de Israel, el Dios de Jesucristo, es un Dios de la vida, un Dios de lo viviente. Él odia la muerte y los caminos de la muerte.

La muerte en el Evangelio de hoy va más allá de la trágica pérdida de un ser querido, a pesar de lo terrible que ello es. En el contexto del lugar y tiempo de Jesús, esto es un desastre para la viuda. No había red social que diera seguridad, no había un ingreso garantizado, no había seguros. A menos que pudiera encontrar vecinos generosos que la ayudaran para su subsistencia, la mujer estaba perdida sin un marido y, ahora de modo más importante, sin su “único” hijo. Por esta razón el corazón de Jesús estaba especialmente conmovido.   

Noten por favor que la reacción de la gente es de temor. Este es el temor que llega cuando el mundo es dado vuelta. Esta es también la reacción de las mujeres que fueron a la tumba en la mañana del Domingo de Pascua. Una evangelización que no es algo atemorizante es una evangelización inadecuada.