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Amigos, nuestro Evangelio de hoy contiene el conocido pasaje del Evangelio de Lucas que trata sobre los lugares de honor en un banquete. A Jesús lo habían invitado a la casa de una persona destacada, uno de los “jefes de los fariseos”, y se da cuenta cómo las personas están cuidadosamente atentas respecto a la posición, el estatus y la prominencia.

¿Se darán cuenta que estoy aquí? ¿A quién puedo impresionar? Y Jesús pone el dedo en el lugar más sensible para una persona egoísta. ¡Esta persona intenta con todo esfuerzo poder hacerse notar, finalmente lo hace, pero por las razones equivocadas! Su juego egoísta fracasa terriblemente, ya que todos lo ven pasar vergüenza. Entonces, ¿cuál es la solución? Dejar de jugar este juego. Tomar, voluntariamente, el lugar menos llamativo. Optar por salir del juego.

Al final de la parábola se sugiere otra estrategia. También es acerca de no cooperar con el mal. ¿Brindaré una cena para la gente, pero solo para que luego ellos me inviten a otra cena? ¡Entonces opta por no participar! No juegues. Invita a la fiesta a aquellas personas que no tienen ninguna capacidad para invitarte a cambio. “Antes bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos, y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte”.