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Amigos, nuestro Evangelio de hoy contiene una parábola que compara al Reino de los Cielos “con diez vírgenes, que con sus lámparas en mano, salieron al encuentro del novio”. Esta es una imagen tomada de las costumbres de la época. Las novias debían esperar al novio y, cuando aparecía, debían acompañarlo.

Esta es la comunidad cristiana esperando la llegada de Cristo, el novio. ¿Jesús cuenta esta parábola porque sabe que Su Iglesia estará esperando un largo tiempo?

Sería bueno que durante esta espera recemos regularmente, nos eduquemos en la fe, participemos en los sacramentos, especialmente la Eucaristía, realicemos obras de misericordia, tanto espiritual como corporal, convirtiéndonos en personas de amor. Seríamos tontos si fuéramos negligentes en esto durante nuestra espera.

Y aquí tenemos una de las verdades más duras de la parábola: la vida divina, muy cultivada, no puede simplemente ser compartida con otro a último momento. Las vírgenes prudentes no están haciéndose las difíciles o egocéntricas cuando les dicen a sus amigas que no las pueden ayudar. El santo no puede infundir su vida en el otro; simplemente no funciona de ese modo.