Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús elogia al siervo fiel que sirvió a su maestro en el teo- drama. Estamos llamados a servir a nuestro Maestro de la misma manera. El teo-drama está escrito y dirigido por Dios. En ese gran escenario del universo creado, y de acuerdo con el prototipo que es Cristo, estamos invitados a “actuar” para encontrar y desempeñar nuestro papel en el teatro de Dios.
El problema es que la gran mayoría de nosotros creemos que somos los directores, escritores y, sobre todo, estrellas de nuestros propios “ego-dramas”, y donde hay otras personas que actúan como actores de reparto o villanos, en relación a los cuales nosotros brillamos de modo más radiante.
Por supuesto que nuestros dramas son poco interesantes, incluso si tenemos un papel principal. La clave es encontrar el rol que Dios ha diseñado para nosotros, incluso si es pequeño. A veces, en novelas largas, un personaje que parece menor surge luego como eje alrededor del cual gira toda la narrativa.
Cuando sacamos al ego del centro y vivimos una relación emocionante e impredecible con Dios, nos damos cuenta muy claramente que nuestras vidas no son acerca de nosotros. Y ese descubrimiento es liberador.