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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús les dice a sus discípulos: “Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos”. Los discípulos expresan su asombro ante esto: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” Jesús responde: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible”.

Cuando fallamos en el camino espiritual, debemos convertirnos, como Bartimeo, en mendigos. Cuando tropezamos con nuestros intentos de seguir la ley o emprender la gran aventura del discipulado, no debemos caer en el desaliento ni en el auto-reproche. Debemos gritar una vez más: “Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie eleison”, no confiando en nuestra propia fuerza sino en Dios.

Teresa de Lisieux comentó que, en medio de muchos modelos de lucha espiritual a su alrededor, se sentía como una niña indefensa, levantando los brazos y pidiendo cariño. El Padre Celestial, como cualquier buen padre, difícilmente podía resistirse, y así se encontró elevada más que muchos “gigantes” espirituales.

Para nosotros, finalmente, es imposible, pero para Dios, todas las cosas—incluido el hacer santos—son posibles.