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Amigos, en el Evangelio de hoy, justo después de anunciar que estaba a punto de ser glorificado en la Cruz, Jesús declara: “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.

Una semilla puede existir por mucho tiempo; han encontrado semillas en las tumbas de los faraones. Pero a menos que caigan al suelo y se abran, nada saldrá de ellas. Su vida está adentro, pero es una vida que crece al ser regalada y mezclada con la tierra que la rodea. Paradójicamente, cuando miras un gran árbol no ves nada de la semilla original que ahora florece.

¿Qué nos dice el príncipe de este mundo, el diablo? Agárrate de tí mismo. Exaltate a tí mismo. Mantente a salvo, protegido. Sin embargo, Jesús ha venido a remover a ese príncipe y ese principio. Se propone a Sí mismo como nuevo príncipe. Su signo es el signo de la Cruz. La muerte que lleva a la transfiguración: “El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna”.