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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos enseña la necesidad de perdonar constantemente. El perdón es un acto y no una actitud. Es la reparación activa de una relación rota, incluso ante cierta oposición, violencia o indiferencia. Cuando se corta una relación, cada parte debe, en justicia, realizar lo suyo para restablecer el vínculo.

El perdón es sobrellevar la carga de la otra persona, acercándose, incluso cuando ella se niega a acercarse ni siquiera un centímetro hacia ti. Hay algo implacable, incluso agresivo, sobre el perdón, pues equivale a una negativa a renunciar a la relación. Simón Pedro le pregunta a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús responde: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Los cristianos nunca debemos cesar en nuestros esfuerzos por establecer el amor.

La sorprendente práctica de Jesús de perdonar los pecados de otros surge como uno de los elementos distintivos y más controvertidos en Su prédica. Y tanto la retórica como la práctica alcanzan su máxima expresión cuando Jesús crucificado pide al Padre que perdone a quienes lo estaban torturando hasta matarlo. Hablamos la verdad porque Jesús es la Verdad; perdonamos porque Él perdonó.