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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús dice: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás”.

Jesús vino como guerrero a batallar contra un enemigo final que es la muerte. Es fácil domesticar a Jesús presentándolo como un amable maestro moral. Pero no es así como lo presentan los Evangelios. Él es un guerrero cósmico que viene a luchar contra aquellas fuerzas que nos impiden estar completamente vivos.

A lo largo de los Evangelios, Jesús confronta los efectos de la muerte y de una cultura obsesionada con la muerte: violencia, odio, egoísmo, exclusión, religiones falsas, comunidades falsas. Pero el enemigo final que debe enfrentar es la muerte misma. Al igual que Frodo cuando va a Mordor, tiene que ir al territorio de la muerte, acercarse y enfrentarse con ella.

Al llegar a la tumba de Lázaro, Jesús siente las emociones más profundas y comienza a llorar. Es Dios entrando en la oscuridad, confusión y agonía de la muerte de los pecadores. No está despreocupadamente por encima de nuestra situación, sino que la enfrenta y siente a su nivel más profundo.