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Sábado, 30 de julio de 2022                   

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Amigos, en el Evangelio de hoy Herodes decapita a Juan el Bautista, convirtiéndolo en el primer mártir entre los seguidores de Cristo, el primero de muchos por venir.

¿Es posible leer el libro maravilloso y terrible de los mártires, el libro del Apocalipsis, sin ver el poder de la proclamación audaz y veraz de la Iglesia cristiana en sus inicios? Y a partir de ahí el número de testigos crece a lo largo de los siglos de cristianismo. Hoy, desde Pakistán hasta Nigeria y de Egipto a Irak, cristianos comunes y corrientes arriesgan sus vidas simplemente declarando su fe y brindando adoración según su conciencia.

Están siguiendo los pasos de los grandes mártires de la tradición cristiana, desde Esteban, Pedro y Pablo hasta el Padre Miguel Pro gritando “Viva Cristo Rey” a sus verdugos; Martin Luther King Jr. recibiendo una bala asesina por haber insistido en ser una voz resonante de la justicia del Nuevo Testamento; y Franz Jaggerstätter, Dietrich Bonhoeffer y Edith Stein desafiando hasta moribundos las mentiras del nazismo.

Y lo que vemos en estos mártires no es un coraje ordinario, sino elevado y transfigurado a través del amor. Vemos la voluntad de regalar incluso la propia vida por amor a Cristo y a Su pueblo.