Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos dice que las puertas del infierno (“el inframundo”) no prevalecerán contra Su Iglesia. Y más aún dice que esta Iglesia, basada en la confesión de Pedro, formará un ejército tan poderoso que ni siquiera la ciudad más fortificada del reino oscuro podrá resistirlo.
Es fascinante para mí la frecuencia con la que interpretamos este dicho de Jesús exactamente en la dirección opuesta, como si la Iglesia tuviera la seguridad garantizada contra los ataques del infierno. De hecho, Jesús sugiere una imagen mucho más combativa: Su Iglesia sitiará con éxito al reino del mal, derribando su puerta y rompiendo sus muros.
Y observen también cómo Jesús usa el tiempo futuro -“edificaré mi Iglesia”. Por lo tanto, no puede estar hablando simplemente a Pedro a modo personal sino a todos aquellos que participarán de su carisma a lo largo de los siglos.
La integridad de esta ekklesia estará garantizada a lo largo de los siglos – no a través de la opinión popular (tan instructiva como sea) ni a través del ministerio de una élite institucional o teológica (tan necesaria como pueda ser) sino a través del conocimiento carismático del Papa sobre quién es Jesús.