Amigos, hoy celebramos a la Santísima Virgen María como Madre de Dios.
San Ireneo dice que, a lo largo de la historia de la salvación, Dios estuvo probando a la humanidad, gradualmente adaptando divinidad y humanidad, preparándola para la Encarnación. Toda esa preparación fue un preludio para aquella joven israelita que diría que sí a la invitación de ser la Madre de Dios.
Decir que María es la Madre de Dios es insistir en la densidad de la afirmación que Dios verdaderamente se ha hecho humano. Como comenta Fulton J. Sheen, María es como la luna, porque su luz es siempre el reflejo de una luz superior.
La teología católica ha extraído una conclusión adicional del estado de María como Madre de Dios: su rol como Madre de la Iglesia. Si ella es la persona a través de la cual nació Cristo, y si la Iglesia es en verdad el Cuerpo Místico de Cristo, entonces ella tiene que ser, en un sentido muy real, la Madre de la Iglesia. Ella es aquella persona por la cual Jesús sigue naciendo en el corazón de los que creen. No se trata de confundirla con el Salvador, sino de insistir en su misión como mediadora e intercesora.