Amigos, esta gran fiesta del Bautismo del Señor es un buen momento para reflexionar sobre el significado del sacramento del bautismo. En nuestra tradición, una de las primeras definiciones del bautismo ha sido vitae spiritualis ianua, que significa “puerta a la vida espiritual”.
Comprender el significado de esto es entender algo decisivo sobre el cristianismo. Para el cristianismo no se trata principalmente de “convertirse en una buena persona” o “hacer lo correcto”. Realmente, cualquier persona—pagano, musulmán, judío, no creyente—puede lograr estas cosas.
Ser cristiano es estar insertado en Cristo y, por ello, llevado hacia dentro de la dinámica misma de la vida interior de Dios. No hablamos simplemente de seguir o imitar a Jesús. Hablamos de convertirnos en miembro de Su Cuerpo Místico.
¿Ves por qué es tan importante que seamos bautizados “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”? Porque el bautismo nos lleva a la relación entre Padre e Hijo—es decir, en el Espíritu Santo. El bautismo, por lo tanto, es todo acerca de la gracia—nuestra incorporación, a través del poder del amor de Dios, a la propia vida de Dios.