Amigos, el Evangelio de hoy nos trae la oración de Zacarías en ocasión del nacimiento de su hijo, Juan el Bautista.
Esta oración es particularmente valiosa para sacerdotes, religiosos y todos aquellos que rezan diariamente la liturgia de las horas. Se llama el “Benedictus”, debido a su primera palabra en latín, o “Cántico de Zacarías”. Lo maravilloso de esta oración (por lo cual la Iglesia pide a sus ministros que la recen todos los días) resume magníficamente toda la historia de la salvación, poniendo a Jesús y a Juan en el contexto de la gran historia de Israel.
Me gustaría hoy examinar dos líneas de esa gran oración. El Dios de Israel, reza Zacarías, “ha visitado y redimido a su pueblo”. Esto es lo que Dios siempre quiere hacer. Él odia el hecho de que nos hayamos esclavizado por el pecado y el miedo y, por lo tanto, quiere liberarnos. El evento central del Antiguo Testamento es un evento de liberación de la esclavitud. Somos, como pecadores, esclavizados por nuestra soberbia, nuestra ira, nuestros apetitos, nuestra gula, nuestra lujuria —todo lo que nos ata y no nos permite ser las personas que queremos ser.
Zacarías continúa: “Y ha suscitado para nosotros el poder salvador en la casa de David su siervo”. Dios llevará a cabo su liberación a través de la instrumentación de un Salvador poderoso. Esto debe leerse en el contexto de la larga historia de lucha militar de Israel contra sus enemigos. Un gran guerrero ha venido, y es de la casa del más grande soldado de Israel, David. Dios ha prometido que Él pondría un descendiente de David en el trono de Israel para toda la eternidad, y Zacarías está profetizando que esto ocurrirá.