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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús les encarga a sus discípulos que “vayan por todo el mundo, y anuncien la Buena Noticia a toda la creación”. 

La Iglesia no tiene una misión; la Iglesia es una misión. Un catolicismo apasionado acerca a las personas a Cristo, como las cuatro personas que bajaron al paralítico por el techo para llevarlo adelante de Jesús. Un catolicismo evangelizador grita desde los tejados, agarra a la gente por las solapas y habla con urgencia y energía sobre Jesús. 

Obviamente, esto debe hacerse con gran respeto y amor; pero muy a menudo, los obstáculos que provienen de nuestra cultura de “convivencia”, y quizás de un ecumenismo exagerado, impiden que se lleve a cabo. No tendremos éxito en nuestro cristianismo a menos, y hasta, que hayamos llevado a otros al Señor.