Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility

Amigos, el magnífico Evangelio de hoy dice que no hay mayor manifestación de misericordia divina que el perdón de los pecados. Estamos en el Cenáculo con los discípulos, los que negaron, traicionaron y abandonaron a su maestro. Jesús viene y se para en medio de ellos. Cuando lo ven, el miedo debe haber sido intenso; sin duda, había vuelto para vengarse. 

En cambio, pronunció la simple palabra “Shalom”, que quiere decir paz. Les mostró las manos y el costado, para que no olvidaran lo que el mundo (y ellos) habían hecho, pero no les reprocha ni castiga, sólo una palabra de misericordia. 

Y luego la extraordinaria misión: “Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. La misericordia de Jesús es comunicada a sus discípulos, quienes a su vez son enviados a comunicarla al mundo. 

Este es el fundamento del sacramento de la Penitencia, que ha existido en la Iglesia desde ese momento hasta nuestros días como vehículo privilegiado de la divina misericordia.