Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús resucitado aparece ante los once discípulos. La Resurrección como un recurso literario, o símbolo de la causa de Jesús, es una fantasía nacida en las salas de profesores de las universidades occidentales durante los últimos dos siglos. Pero la afirmación aún sorprendente de los primeros testigos es que Jesús resucitó corporalmente de la muerte, presentándose a sus discípulos para que lo vieran, incluso lo tocaran.
Es un prejuicio contemporáneo pensar que los pueblos antiguos eran ingenuos, fáciles de engañar, dispuestos a creer cualquier historia por más inverosímil que sea. Pero no es así. Sabían lo que eran visiones, alucinaciones, sueños e incluso afirmaciones de fantasmas.
De hecho, según el relato de San Lucas, cuando el Señor resucitado se apareció a sus discípulos en el Cenáculo, la reacción inicial fue creer que estaban viendo un fantasma. Pero Jesús mismo rápidamente disipó tales sospechas: “Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”.
Mientras permanecían, en palabras de Lucas, con tal “alegría y la admiración de los discípulos”, Jesús resucitado les preguntó si había algo para comer y luego consumió pescado al horno en presencia de ellos. Esto no tiene nada que ver con fantasías, abstracciones o veleidades, sino con una resurrección en todos los niveles.