Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos dice algo aterrador: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”. Él está trayendo fuego, al igual que el Dios cuando destruyó Sodoma y Gomorra.
Ahora bien, ¿qué sentido debemos dar a todo esto? Pensemos en aquellos Ángeles que en la mañana de Navidad dijeron que había venido el Príncipe de la Paz. Jesús es la Encarnación de Dios, quien es nada más que amor, pero esta encarnación se lleva a cabo en medio de un mundo caído y pecaminoso. Por lo tanto, aparecerá como algo amenazante, extraño, desagradable.
El mundo, en la lectura bíblica, es una familia disfuncional. Cuando Jesús viene al mundo, es necesariamente un interruptor, es una amenaza para la familia disfuncional. Ahora podemos comenzar a entender ese lenguaje extraño acerca de causar que tres se enfrenten a dos y dos contra tres.
Es por ello que Jesús quiere arrojar un fuego consumidor sobre la tierra. Él quiere quemar todo lo que se oponga al deseo de Dios por nosotros. Él tiene que despejar el terreno antes para que se pueda construir algo nuevo. ¿Es esto doloroso? ¡Sí!