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Amigos, en el Evangelio de hoy un joven rico le pregunta a Jesús qué debe hacer para heredar la vida eterna. Hay algo absolutamente correcto en este joven, algo espiritualmente vivo, y es su profundo deseo de compartir la vida eterna. Él sabe lo que quiere y sabe dónde encontrarlo.

Jesús responde a esta pregunta maravillosa enumerando muchos de los mandamientos. El joven escucha y responde: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Entonces Jesús lo mira con amor y le dice: “Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”.

Dios no es más que amor, y por lo tanto, una vida de amistad con Él, en el sentido más fructífero, es una vida de amor total, de un amor que se olvida de sí mismo. Jesús siente que este joven está listo para la gran aventura de la vida espiritual: está haciendo la pregunta correcta y así debidamente preparado. Pero en el último momento, el joven se detiene trágicamente. La vida espiritual, en el punto más alto, es acerca de la entrega, y por ello muchas posesiones son un problema.