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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús identifica a sus discípulos como su familia. Quiero decir algo sobre el hecho de convertirnos en discípulos de su familia. Una vez que tomamos la decisión de seguir a Jesús, todo lo demás que busque una supremacía en nuestras vidas debe dejarse a un lado.

Como he mencionado muchas veces, cada uno de nosotros tiene uno o muchos valores que consideramos lo más importante. Quizás sea el dinero, las cosas materiales, el poder o la estima de los demás. Quizás sea la familia, los hijos, la esposa o el esposo.

Nada de esto es negativo y ninguna de estas cosas son malas. Pero cuando las colocas, a cualquiera de ellas, en el centro absoluto de gravedad, las cosas salen mal. Cuando haces de cualquiera de ellas tu bien último o final, tu vida espiritual se descontrola. Cuando te apegas a cualquiera de ellas con absoluta tenacidad, te derrumbas.

Solo cuando hacemos de Cristo la piedra angular de nuestras vidas estamos verdaderamente preparados para la misión. Tengamos en cuenta que cada encuentro con Dios en la Biblia conduce a la misión, a ser enviado a hacer la obra del Señor. Si intentamos hacer esta obra mientras permanecemos atados a otros apegos, fallaremos. Punto.