Amigos, en el Evangelio de hoy los Fariseos comparan los hábitos de comida de Juan el Bautista, que ayunaba, con Jesús, que comía con pecadores. En la época de Jesús la sociedad estaba cuidadosamente estratificada, una persona honrada jamás querría verse relacionada con alguien deshonrado por temor a ser contaminado.
Pero acá Jesús escandaliza a esta gente porque rompe esas barreras. ¿Cómo se sentirían ustedes si me vieran socializando con prostitutas y traficantes de drogas, comiendo y bebiendo con terroristas? ¿Los sacudiría, los desalentaría, los decepcionaría? Esto es lo que Jesús hizo, precisamente porque Él es la Encarnación de Dios, quien agresivamente busca a aquellos que están perdidos.
Dios nos busca, viene corriendo al encuentro, nunca abandona, nunca se desalienta, nunca renuncia. Cuánto más corremos, más nos persigue; cuánto más nos escondemos, más nos busca; cuánto más nos resistimos, más persiste. Dios ama a los pecadores y se relaciona con ellos.