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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús sana a muchos de los habitantes de Cafarnaúm. Las curaciones de dolencias físicas apuntan a la curación espiritual, a ser médico de almas. 

Los Evangelios están repletos de historias de curaciones realizadas por Jesús de personas cuyas energías espirituales no fluían. Gran parte del ministerio de Jesús consistió en enseñar a las personas cómo ver (el Reino de Dios), cómo escuchar (la voz del Espíritu), cómo caminar (superando la parálisis del corazón), cómo liberarse de sí mismos para descubrir a Dios. 

La Iglesia primitiva se refería a Jesús como el Salvador (Salvator en latín). Este término se refiere a quien trae curación —de hecho, la palabra salve está estrechamente relacionada con salvus, que significa salud. Cuando un alma está sana hay una relación viva con Dios. Cuando el alma está enferma, toda la persona se enferma porque todo debe fluir y depender del encuentro dinámico con la fuente del ser y la vida que es Dios. 

Curamos el alma cuando damos testimonio del Salvator, del Sanador, quien en Su Persona reconcilió a Dios con nosotros y nos abrió las almas al poder divino.