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Amigos, hoy celebramos la gran fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Lo que sucedió luego de la aparición de María en Tepeyac es uno de los capítulos más asombrosos en la historia del evangelismo cristiano.

A pesar de que los misioneros franciscanos habían estado trabajando en México durante veinte años, poco se había progresado. Pero dentro de los primeros diez años de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, prácticamente todo el pueblo mexicano, nueve millones de personas, se había convertido al cristianismo. ¡La Morena había demostrado ser una evangelista más eficaz que Pedro, Pablo, San Patricio y San Francisco Javier combinados! Y por esa gran conversión nacional, la práctica azteca de sacrificios humanos llegó a su fin. Ella había luchado contra los espíritus caídos y había ganado una victoria que cambió la cultura hacia el Dios del amor.

El desafío para nosotros, que hoy la honramos, es unirnos en la misma lucha. Debemos anunciar en nuestra cultura hoy la verdad del Dios de Israel, el Dios de Jesucristo, el Dios de la no-violencia y el del amor que perdona. Y debemos, como La Morena, ser portadores de Jesús a un mundo que lo necesita más que nunca.