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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús ofrece liberarnos de la carga de nuestra soberbia. 

¿Qué es lo que hace que nuestra vida sea pesada y abatida? Precisamente la carga de nuestros propios egos, el peso de nuestro propio yo. Cuando me agrando debido a mi propia autoestima, estoy llevando todo ese peso. Jesús dice: “Háganse como niños. Quítense esa carga de sus hombros y carguen el peso de mi yugo, el yugo de mi obediencia al Padre”. 

Anthony de Mello propuso la siguiente parábola para describir nuestras almas soberbias. Un grupo de personas van sentadas en un autobús y pasan por el más magnífico campo, pero tienen las cortinas bajas en todas las ventanillas y están discutiendo quienes se sentarán en los asientos delanteros del autobús. Esta es la carga de la soberbia: preferir los confines limitados y aburridos del autobús a la belleza está fácilmente disponible a tu alrededor. Por ello, es que Jesús puede decir, “Mi yugo es llevadero y mi carga es ligera”. Lo que el Señor propone no es una liberación del sufrimiento sino, lo que es mucho más importante, una liberación de uno mismo.