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Amigos, el Evangelio de hoy nos presenta a Juan el Bautista como alguien revolucionario. 

El Adviento es mejor comprendido como una preparación para una revolución. Las lecturas de la liturgia para este tiempo del año —se enfocan en Isaías, Juan el Bautista, María y Jesús— crujen positivamente con energía y electricidad. Cuando buscamos comprenderlas en sus propios términos y en el contexto de la época en que fueron escritas, descubrimos su poder revolucionario. 

Alrededor del año 30, un personaje inquietante apareció en el desierto de Judea, vistiendo pieles de animales y comiendo langostas y miel silvestre; y su mensaje rememoraba al profeta Isaías: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. Juan el Bautista le estaba diciendo a sus oyentes que estuvieran preparados para la llegada del Dios de Israel como un Rey conquistador que podría, una vez más, derrocar a los opresores del pueblo. 

Y la revolución llegó en la persona de un joven rabino galileo, cuyo mensaje era simple y sin ambigüedades: “Convertíos, porque el reino de Dios está cerca”. Jesús estaba diciendo que el nuevo Reino había llegado y que había comenzado su obra; que cambien sus vidas y se sometan a Su Señorío.