Amigos, nuestro Evangelio de hoy nos cuenta la maravillosa historia de la curación del paralítico. La gente se reúne por docenas para escuchar a Jesús, apiñándose alrededor de la puerta de la casa. Le traen a un hombre paralítico, y como no hay forma de entrar por la puerta, trepan al techo y abren un agujero para bajarlo.
¿Puedo sugerir una conexión entre esta narración maravillosa y nuestra situación evangélica actual? Hay una gran cantidad de católicos que están paralizados, incapaces de moverse, congelados con respecto a Cristo y la Iglesia. Esto podría ser debido a dudas, miedos, enojos, viejos resentimientos, ignorancia o autorreproche. Algunas de estas razones pueden ser buenas; otras malas.
Tu trabajo, como creyente, es llevar a Cristo a esas personas. ¿Cómo? Una palabra de aliento, un desafío, una explicación, una palabra de perdón, una nota, una llamada telefónica. Vemos que hay una maravillosa urgencia en las personas que llevan al hombre paralítico a ver a Jesús. ¿Sentimos hoy la misma urgencia dentro de Su Cuerpo Místico?