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Amigos, en el Evangelio de hoy la multitud, que había experimentado el milagro de la multiplicación de los panes, persigue a Jesús para ver más maravillas. Finalmente lo encuentran en la sinagoga de la ciudad de Cafarnaúm que está al borde del lago. 

Cuando le preguntan a Jesús cómo había llegado allí antes que ellos, el Señor los reprende: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna”.

El pan ordinario satisface solo el anhelo físico, y lo hace de manera transitoria: uno come y luego debe comer pronto nuevamente. Pero el Pan celestial, Jesús dice, satisface el anhelo más profundo del corazón, y lo hace preparando a quien lo come para la vida eterna. A los Padres de la Iglesia les gustaba reflexionar sobre el tema de la divinización a través de la Eucaristía, el proceso por el cual el consumo del Pan de vida nos prepara para una vida en la dimensión eterna.