Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús alimenta a una multitud de cuatro mil personas, lo cual es una maravillosa ilustración bíblica de lo que a menudo he llamado el círculo de la gracia. 

El mandamiento constante de la Biblia es este: lo que has recibido como regalo, dalo como regalo, y encontrarás que aquello que recibiste inicialmente se multiplica y mejora. La gracia de Dios, precisamente porque es gracia, no puede quedar aferrada; más bien, se mantiene sólo en la medida en que permanece como gracia —es decir, como un regalo que se obsequia—. La vida de Dios, en una palabra, solo se obtiene sobre la marcha. Uno se da cuenta de esta verdad cuando entra voluntariamente en el círculo de la gracia, regalando lo que está recibiendo. 

Al principio, los discípulos se negaban a servir a la multitud, prefiriendo enviarlos a los pueblos vecinos y que se arreglaran por sí mismos. En el punto culminante de esta historia, los discípulos se convierten ellos mismos en dadores de alimentos, poniendo los panes y los peces ante la gente. Dentro del círculo de la gracia, descubren su misión, se enriquecen, se transfiguran.