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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús llama hipócritas a los fariseos porque “dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”. 

Por ejemplo: “Si uno dice a su padre o a su madre: ‘Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro corbán’ —es decir: ofrenda sagrada— en ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre”. Si dices ser una persona centrada en el amor, pero no honras a tus padres, algo está muy mal. Así, la hipocresía de los fariseos es desatender el amor. 

El amor es, en esencia, un acto de la voluntad, más precisamente desear el bien del otro como otro. Amar es realmente querer lo que es bueno para otra persona y luego actuar según ese deseo. 

El verdadero amor es un salto fuera de los estrechos límites de mis necesidades y deseos, y un abrazar el bien del otro por el bien del otro en sí mismo. Es escapar del agujero negro del ego, que tiende a llevar todo a su alrededor.