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Amigos, nuestro Evangelio de hoy es uno de los más bellos e importantes del Nuevo Testamento: el comienzo del Sermón de la Montaña, y las ocho Bienaventuranzas. ¿Por qué es tan importante? Porque es el mismo Hijo de Dios quien nos dice cómo ser felices. Él no puede equivocarse al decirnos cómo lograr lo que cada uno de nosotros básicamente quiere. ¿Quién podría ser más convincente?

En el centro de las enseñanzas de Jesús se encuentran las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los misericordiosos” y “Bienaventurados los pacificadores”. Ellas nombran el corazón mismo del programa espiritual, porque nombran las formas en que participamos más directamente en la vida divina.

Una de las palabras más importantes que se usan para describir a Dios en el Antiguo Testamento es jésed o chesed (tierna misericordia). La versión del Nuevo Testamento para esta palabra se encuentra en la Primera Carta de San Juan: Dios es ágape (amor). Todo lo demás que decimos acerca de Dios tiene que verse como un aspecto de esta chesed y del ágape. Chesed es compasión; ágape es querer el bien del otro. Por lo tanto, si quieres ser feliz, debes desear ser como Dios. Hazlo y serás feliz.