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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús alaba a la viuda que entregó todo su dinero al tesoro: “Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir”. Ella es un modelo de desapego para nosotros.

Si la vida espiritual se trata esencialmente de amor, y el amor es darse uno mismo, entonces las posesiones son un problema. Esto significa que llenar un ego vacío con los bienes de este mundo no es el camino a seguir; más bien, regalar la propia vida es el camino.

Una vez que te liberas del mundo con un espíritu de desapego, una vez que quitas las cosas de este mundo de tu alcance y las ves sin distorsión alguna, recién ahí realmente las tendrás. Aparecerán como verdaderamente son, como Dios las ha querido. Ya no serán objetos de manipulación o posesión, sino hermosas realidades en sí mismas.

G. K. Chesterton insistió en que solo cuando llegó a darse cuenta que las cosas de este mundo no lo harían feliz en última instancia, fue entonces que encontró una alegría real en ellas.