Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility

Amigos, en nuestro Evangelio de hoy Jesús les cuenta a los discípulos “una parábola sobre lo necesario de orar siempre sin desanimarse”, la parábola de la viuda insistente y persistente. Ella presiona con sus peticiones al juez —quien no era un santo— y este finalmente cede ante su insistencia.

Si confiamos en nuestras propias fuerzas en la lucha espiritual contra la oscuridad, el odio y la división, fallaremos. Pero cuando nos abrimos al poder infinito de Dios y confiamos en el poder de la oración, entonces la batalla irá bien. Como dice el Señor en la parábola: “Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar?”. Debemos canalizar aquel poder que va infinitamente más allá de nosotros mismos si queremos tener éxito.

Dios quiere que persistamos pidiendo por su poder, valentía y fuerza. Esta verdad bíblica se repite una y otra vez en las Escrituras. La oración persistente es la clave del éxito en nuestro combate espiritual.

Precisamente por eso los Padres de la Iglesia vieron a Noé como un tipo de Cristo y el arca de Noé como un templo, como la Iglesia.