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Amigos, hoy celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. Muchos de los que han estado en presencia de los rosetones góticos de las catedrales —brillantemente decorados con imágenes de santos —han sentido como escuchar cantar a las ventanas. El Señor Jesús dice: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por Mí y por la Buena Noticia, la salvará”, y esta maravillosa pérdida de uno mismo ocurre cuando escuchamos el canto de un rosetón.

El rosetón es también un símbolo evocador de lo que los maestros espirituales llaman el centro. En el centro hay una representación de Cristo. Luego, girando alrededor del núcleo hay una amalgama armoniosamente dispuesta de “medallones”, imágenes de la vida de los santos. 

Los medallones suelen estar conectados entre sí y con el centro mediante una serie de líneas. Esta armonía estructurada pretende ser una imagen de un alma bien ordenada. Cuando el poder divino es el centro intransigente de nuestras vidas, como lo es para los santos, entonces la miríada de energías de nuestras almas —intelectual, moral, física, emocional, sexual— tiende a armonizar a su alrededor.

Cuando Cristo es la “base” del alma, el alma encuentra paz, orden y belleza. Hagamos de la voluntad de Dios el centro de nuestras preocupaciones, y nuestras necesidades, deseos y anhelos cercanos tenderán a encontrar su lugar.