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Amigos, nuestro Evangelio de hoy nos trae la parábola del grano de mostaza. 

¿Cómo es que Dios suele trabajar? Desde lo muy pequeño a lo muy grande – y a través de un proceso lento y gradual. Dios tiende a trabajar debajo de lo que detecta un radar, al borde de las cosas, en silencio, clandestinamente, sin llamar la atención. 

C.S. Lewis nos hablaba sobre este principio. ¿Cómo, se preguntaba, entró Dios en la historia? En silencio, en un rincón olvidado del Imperio Romano, a escondidas detrás de las líneas enemigas. ¿Cómo se estableció el cristianismo en Europa? A través de un puñado de personas que escucharon a San Pablo en Filipo y Atenas. ¿Cómo surgió el poderoso movimiento Franciscano? Había un niño diferente y místico que escuchó una voz proveniente de un crucifijo que decía: “Francisco, reconstruye Mi Iglesia, que está cayendo en ruinas”. Un puñado de seguidores se unieron a este proyecto quijotesco, luego docenas, luego cientos, luego miles. 

¡Por lo tanto, no tengas miedo de hacer cosas pequeñas impulsadas por Dios! Planta la semilla, ponte en acción, arriesgate —da, aunque más no sea un paso muy pequeño, no te preocupes sobre quién se da cuenta o cuánta atención estás recibiendo. Siembra la semilla y deja el resto a la misericordia y providencia de Dios.