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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos dice que la medida con la que midamos será usada para medirnos. Él está hablando sobre el círculo de la gracia. 

El amor de Dios realmente puede permanecer en nosotros solo en la medida en que lo regalamos. Si tratamos de apropiarlo, nunca entrará en nuestros propios corazones. Pero si lo regalamos como acto de amor, entonces obtendremos más, y así entraremos en el placentero círculo de la gracia. Si regalas amor divino, entonces permanece en tí. 

En la tradición cristiana el amor se describe como virtud teológica, un hábito o capacidad que viene como regalo de Dios. Esto es cierto porque el amor es una participación en la vida divina. Dios es singularmente capaz de amar en sentido completo, ya que solo Él puede plenamente desear el bien del otro como otro. 

Lo que hace posible el verdadero amor entre humanos es tan solo compartir el amor con el que Dios ama, una cierta participación en el futuro ser divino. Cuando estamos firmemente conectados con Dios, quien no tiene necesidad alguna y quien existe en radical autosuficiencia, podemos entonces comenzar a amar al otro como Él lo hace.