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Amigos, el Evangelio de hoy compara el Reino de Dios con un rey que ofrece un banquete de bodas para su hijo. Los autores bíblicos no pudieron encontrar una metáfora más adecuada para la unión de la divinidad y la humanidad que un banquete de bodas. Dios y la humanidad están unidos en casamiento ​​y están rodeados de alegría, paz, celebración y buena comida.

 ¿Cuál fue la estrategia de Jesús? Una comunidad de mesa abierta; al alcance de todos, de los justos y de los injustos, de los sanos y de los enfermos, de los de la sociedad y de los marginados. Aquí puede venir todo el mundo. No tienes que ser bueno para recibir la gracia de Dios; por eso lo llaman “gracia”.

Pero entonces surge algo desconcertante. Cuando el rey viene a recibir a sus invitados, encuentra a alguien que no está vestido apropiadamente: “Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?”. Era costumbre en ese momento (como todavía lo es hoy) para la gente que asistía a una boda hacerlo bien vestida.

Aquí hay una interacción entre la gracia y las obras. Podemos rechazar la invitación por completo o podemos rechazar la transformación que es resultado de la gracia. Debemos cooperar con la gracia vistiendo el traje nupcial del amor, el perdón, la paz y la no violencia.