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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús reprende a Santiago y a Juan por sus deseos de venganza. Jesús y los discípulos caminaban con dirección a Jerusalén. Al pasar por Samaria, se les niega la hospitalidad, ya que iban destino a Jerusalén, y eso no le gustaba a los samaritanos. ¿Un tema molesto? ¿Estúpido? ¿Racista? Si, todas esas cosas. Como resultado, Santiago y Juan (los hijos del trueno) claman: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”.

¿Puedes escuchar los ecos de este clamor a través de los tiempos? Cada vez que las personas han sido tratadas injustamente, excluidas, y despreciadas, se experimentan naturalmente sentimientos de odio y un deseo de corresponder. Dirán que su familia, su raza o su país fueron ofendidos, y así, con esa justificación, reaccionan.

Pero Jesús se vuelve hacia ellos para reprenderlos. ¿Por qué? Porque seguirlo a Él y su forma no violenta es más importante que la raza, el país o el grupo étnico. Nuestros sentimientos por Él tienen que ir más allá, incluso de aquellos justificados sentimientos por otras cosas buenas.