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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús juzga a los fariseos por su hipocresía. Él dice: “Por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad”.

Uno de los mayores peligros en la vida espiritual es caer en la trampa de la auto-salvación, la convicción que uno puede salvarse a sí mismo a través de un heroico esfuerzo moral. El principal problema con esta estrategia es que fortalece un egoísmo que uno espera superar.

Lo que Jesús critica tan vehementemente de los fariseos es este tipo de egoísmo: “Parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!”. El pecado no es una debilidad que podemos superar, sino una condición de la cual tenemos que ser salvados.

Este entendimiento debería permitirnos, a un nivel elemental de lo psicológico y lo espiritual, someternos y relajarnos. Lo que sucede a menudo en los corazones de pecadores es cierto endurecimiento del espíritu cuando mente y voluntad se esfuerzan por salir de la prisión del miedo. Todo este esfuerzo solo sirve para conducir al ego sobre sí mismo en la miseria del fracaso y auto-reproche.