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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús lanza un ataque a los escribas y fariseos. 

El Hijo enseña, sana, predica y perdona a quienes se sienten lejos de la misericordia de Dios. Él es la mano que el Padre extiende a los pecadores y a los que están perdidos. Y por la misma razón, Él es juez de un mundo pecador. Cuando aparece la luz del amor perdonador de Dios, las sombras del pecado se vuelven más profundas y obvias. Bajo Su luz no hay dónde esconderse. Y Jesús, la Palabra del Padre, brinda voz a este juicio: “Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas . . .”

El Hijo menciona todos aquellos poderes que se oponen a las intenciones creativas y amorosas del Padre. Habla con palabras de juicio sobre un mundo que se ha acomodado al pecado. Él “canaliza” los sentimientos del Padre hacia el mundo: un amor intenso y perdonador para aquellos que están perdidos, y un desprecio igualmente intenso hacia las estructuras de la oscuridad.