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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?” Los discípulos respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista, otros Elías, y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. Pero todas esas respuestas —que reflejaban un consenso popular— tenían algo en común y es que estaban todas equivocadas.

Después de escuchar los resultados de esta encuesta de la opinión popular, Jesús se dirige a su círculo íntimo, los Doce Apóstoles, y pregunta: “¿Y ustedes, quién dicen que soy?” Solo Pedro habla: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Pedro habría dicho el Mashiach, “el ungido”, quien reuniría a las tribus, limpiaría el templo y derrotaría a los enemigos de Israel, pero luego agregó esta sorprendente frase: “el Hijo de Dios vivo”. Incluso en esta etapa relativamente temprana en el ministerio de Jesús, Pedro intuyó que Jesús era mucho más que un profeta o rabino o vidente, por significativo que fuera. Sabía que había algo cualitativamente diferente en su maestro.