Amigos, en el Evangelio de hoy familiares de Jesús afirman que está loco. En casos como este, el problema básico es siempre un ego temeroso. Los adictos al ego saben que a veces la mejor defensa es una buena ofensiva. Si quieres proteger el ego y sus prerrogativas, debes oprimir y desmoralizar a quienes te rodean.
Hay una versión muy poco sutil de este método: ataca, humilla, insulta y disminuye a quienes te rodean. Este es el método del matón. Pero la versión religiosa es mucho más sutil y, por tanto, más insidiosa y peligrosa. Toma la ley misma —especialmente la ley moral— y úsala para acusar y oprimir. “Sé lo que está bien y lo que está mal; Sé lo que la Iglesia espera de nosotros; y sé que no lo estás cumpliendo”.
Y por eso te acuso, hablo de ti, y te hago acordar de tu insuficiencia. Esto no es para condenar el ejercicio legítimo de la corrección fraterna o el oficio de la predicación. Pero es un recordatorio para no dejarse atrapar por la esclavitud de una adicción al ego. Debemos estar alerta a esto y evitarlo a toda costa.