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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús dice a sus discípulos que no teman a los que matan al cuerpo, pero no pueden matar el alma. A través del poder de Su Ser Él nos ha vinculado a la fuente creativa de toda la existencia. Y en ese “lugar”, amados en el Espíritu por el Padre y el Hijo, estamos a salvo, incluso de aquellos que matarían el cuerpo.

Pero esto significa que nuestra perspectiva puede y debe cambiar. La mayoría de nosotros pasamos gran parte de nuestra vida defendiendo de los ataques al “cuerpo” —con ganas, casi siempre, de proteger nuestra psique, emociones, fortuna, salud, y reputación.

Cuando hacemos esto nos torcemos haciendo que nuestras vidas se vuelvan defensivamente hacia adentro, y entonces vivimos en un espacio espiritual muy pequeño. Pero cuando vivimos con el centro en lo divino respiramos el aire de una verdadera libertad espiritual. Ya no nos reducimos temerosamente al “cuerpo” y podemos ir hacia la amplia extensión de la voluntad divina, siguiendo a Dios donde Él nos pida. Y este estado de cosas, esta gran alma, es a su vez atractiva en su belleza y aterradora en sus demandas.