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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos habla de su relación con el Padre. Jesús, el Hijo, ha sido enviado por el Padre por amor. Así vemos en Dios una interacción entre amante y amado; el amante y el amado conectados por el amor que tienen en común. Por ello, el Dios revelado en Jesús es una familia o comunidad de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El fundamento del ser es una communio de ser y dejar ser. Desde toda la eternidad el Padre se olvida de sí mismo en el amor y genera al Hijo, y desde toda la eternidad, el Hijo se olvida de sí mismo y mira al Padre: y en el amor mutuo entre el Padre y el Hijo está el Espíritu Santo.

Generación activa, generación pasiva; respirando y exhalando; siendo y dejando ser. Dios es como un conjunto de pulmones, o como un corazón: tomando y soltando, un ritmo, una cadencia, un intercambio de amor.

Este Dios verdadero es aquel que no insiste en atesorar el poder o definirse a sí mismo por encima o en contra. Este verdadero Dios es amor, es una comunión, un compartir, una familia.