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Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos brinda la parábola del vino nuevo y de las odres viejas y nuevas.

El vino nuevo es la Buena Nueva, la Encarnación, la reconciliación de lo divino y lo humano. Pero este poderoso elixir no puede estar en recipientes de la vieja conciencia. Mientras el ego reine en el alma, el vino nuevo resultará demasiado extraño, desconocido, amenazante, y por ello será rechazado.

Antes que el vino embriagante del Evangelio pueda ser asimilado, debe haber una limpieza del espíritu, una transformación de la conciencia y la actitud, una metanoia. Debemos examinar las historias de las confrontaciones de Jesús con los demonios desde esta perspectiva. El demonio dentro de nosotros se da cuenta que la vieja odre será triturada cuando se vierta el vino nuevo, y en consecuencia reacciona con horror.

Es un ejercicio espiritual útil separar esos pasajes del Nuevo Testamento, esos dichos y acciones de Jesús, aquellos que nos hacen sentir más incómodos, ya que ellos nos indicarán la manera más efectiva de cómo transfigurar nuestras almas. Ellos, mucho más que los pasajes que amamos instintivamente, nos mostrarán el camino que la metanoia debe seguir.