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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús establece condiciones para el discipulado: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. … El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. Bueno, hagamos un pequeño experimento mental. ¿Te imaginas a algún otro líder o fundador religioso diciendo algo así?

¿Podrías sinceramente imaginarte a Mahoma diciéndolo? ¡No! Él podría haber dicho: “Quien ama a su padre o a su madre más que el Corán . . .” ¿Podrías sinceramente imaginarte al Buda diciéndolo? ¡No! Él podría haber dicho: “Quien ama a su padre o a su madre más que a mis enseñanzas . . .” ¿Te imaginas a Moisés diciéndo esto? ¡No! Quizás podría haber dicho: “El que ama a su padre o a su madre más que al Señor . . .”

Pero ninguno diría: “Quien ama a su padre o su madre más que a no es digno de ”. Esto es precisamente lo que dice Jesús, y lo que hace toda la diferencia. Porque Él no es un fundador religioso entre muchos, ni un profeta de la verdad en una larga tradición de profetas. Él es a quién apuntan todas las religiones, directa o indirectamente; Él es, en Su persona, la verdad de la que todos los profetas testifican.