Amigos, en esta fiesta de los Santos Inocentes hay, cuando comienza la historia en este Evangelio, un bebé como centro de la atención. Apreciado por su madre, protegido por su padre adoptivo, a quien los Reyes Magos entregan regalos, el niño Jesús es al mismo tiempo amenazado por Herodes y también por toda Jerusalén, que, según nos revela un versículo anterior, tembló con Su venida.
La masacre de los inocentes ordenada por Herodes se parece, por supuesto, al asesinato de los hijos varones de Hebreos ordenada por el Faraón al momento del nacimiento de Moisés. Una vez más se nos hace ver que, en un mundo caído, los menos poderosos pueden ser eliminados sin piedad para satisfacer las necesidades y mitigar los temores de los más poderosos.
Por supuesto, el mismo Herodes que, con indiferencia, ordenó el asesinato de los niños de Belén también había previamente ordenado la ejecución de dos de sus propios hijos. Esta horrible historia da una clara imagen de una vida familiar funcionalmente comprometida.
El abuso a jóvenes puede y debe analizarse psicológica y sociológicamente, pero las personas que conocen la Biblia saben que, en el análisis final, es una manifestación de disfunción nacida del pecado.