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Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús predice una próxima persecución a sus discípulos. Y podemos ver que Su palabra ha sido profética a través de los siglos. 

Pensemos en el propio San Pedro, crucificado boca abajo en el circo de Nerón; en Felicidad y Perpetua, arrojadas a los animales salvajes porque no querían negaban su fe; en Tomás Moro, quien resistió al rey Enrique VIII y pagó con su cabeza; en Pablo Miki, el jesuita Japonés, que fue crucificado por anunciar la fe cristiana; en el Padre Pro, quien fue asesinado a tiros por haber desafiado a un gobierno mexicano represivo gritando mientras le disparaban: “¡Viva Cristo Rey!”; en Franz Jägerstätter y Dietrich Bonhoeffer, a quienes el régimen Nazi mató; en Maximiliano Kolbe, que murió en Auschwitz tomando voluntariamente el lugar de otro hombre. Y la lista sigue y sigue.  

De hecho, los mártires han venido de todos los rincones del mundo y han hablado griego, latín, francés, alemán, inglés, japonés, polaco y muchos otros idiomas. Amigos, extrañamente, este es el ejército que, a través de los siglos, sacude los cimientos de un mundo caído. Esta es la gran fuerza de combate que Jesús ha desplegado y continúa desplegando.